Mis dos nuevas “hijas” (nueras) son mujeres maravillosas. En una ocasión una persona a la que amo mucho me dijo, “Para ti es fácil amar a tus nueras porque ellas son mujeres muy buenas”. Y mi respuesta fue, “Es correcto, ellas son mujeres muy buenas, pero nuestro amor no se basa en que seamos buenas. (“No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Romanos 3:12b). La esencia de nuestra unidad es el amor y el servir a un mismo Dios. Nuestra afinidad es que todos los días buscamos colocar nuestras vidas a los pies de nuestro Señor Jesucristo para amarnos y perdonarnos de tal forma que Él sea Glorificado”.
Esto me lleva a preguntarles, ¿Cómo describirían el amor hacia sus nueras o yernos? ¿Los estamos amando tal y como Cristo nos ama a nosotras? ¿Cuál es el fundamento de ese amor? La respuesta debería ser clara y firme: El fundamento se basa en el amor de Nuestro Salvador Jesús. “El amor a Cristo nos debe llevar a reflexionar que, “si hemos sido perdonadas de una forma inimaginable, igualmente debemos perdonar cada ofensa, cada palabra o acción del prójimo, ¡NUNCA! una ofensa hacia nosotros podrá ser suficientemente grande para que no la podamos perdonar. Porque si buscamos la palabra correcta para describir nuestras ofensas contra Dios, le llamaremos que hemos PECADO contra un Dios Santo. Y esto nos recuerda que por cada uno de nuestros pecados llevamos a Cristo al sufrimiento de una dolorosa muerte de cruz”.
“Nuestra tendencia pecadora nos puede impulsar a no perdonar, guardar resentimiento, o simplemente concentrarnos en las fallas en vez de las virtudes. ¿Saben algo? Las animo a que lean los relatos y testimonios que comparto de mis nuevas “hijas” en mi Libro Suegras para la Gloria de Dios. No existe un solo atributo negativo resaltado de ellas. Y no es porque no tengan defectos. No los encontrarán, porque vivo enfocada en ver lo bello de sus vidas para amarlas tal como Dios lo ha hecho conmigo. Es ahí donde interviene el Espíritu Santo, recordándonos que nuestra vida está “apartada” para servirle a un Dios Misericordioso”. Citas del Libro Suegras para la Gloria de Dios, páginas 25; 29 y 32.
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