Recientemente jugaba con mi nieta mayor colocando ciertas figuras en el color correspondiente. Para hacer el juego más interesante le dije que pondría el cronómetro (cuya aplicación se encuentra en mi teléfono) para tomarnos el tiempo. Esto cambió completamente la dinámica y vi el entusiasmo de jugar ahora con el reto del tiempo. Por supuesto, yo sabía que iba a ser mucho más rápida que ella, por lo que comencé a dramatizar que me estaba costando un poco el encontrar los colores correctos y que tenía que apresurarme. Cuando llegó el turno de mi nieta, fue sumamente divertido ver como imitaba todos mis gestos, repetía las palabras que usé durante el juego, se movía y brincaba como lo había hecho yo momentos antes, en fin, imitó todo el drama que añadí al juego para hacerlo más divertido.
Esas memorias están grabadas en mi corazón y las comparto con ustedes porque me hicieron meditar en la gran responsabilidad de ser imitadoras. Como mujeres cristianas tenemos un modelo a imitar que es nuestro Amado Señor y Salvador. Las Escrituras nos motivan a ser un reflejo de su amor, bondad, misericordia y perdón. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” Efesios 5:1-2 LBLA. En mi Libro “Suegras para la Gloria de Dios” comparto como luce ser imitadoras de Cristo dentro de nuestro rol de suegra. “Como suegras cristianas debemos exhibir una vida piadosa para inspirar y edificar a nuestros nuevos(as) “hijos/hijas” a través de vidas congruentes a la Palabra de Dios. Al ser mujeres piadosas mostramos que el amor de Dios no se encuentra solo en lo aprendido intelectualmente, sino que se encuentra tallado en nuestros corazones. Y cuando digo tallado, me refiero al fruto que se manifestará en cualidades firmes, permanentes y estables en nuestra vida. En otras palabras, nuestra forma de vida debe reflejar amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. El reflejo de una conducta piadosa en nuestra vida mostrará devoción y obediencia al Padre, notaremos madurez espiritual cuando vislumbremos el surgimiento del fruto espiritual ante decisiones cotidianas y hasta en asuntos de mayor complejidad. Recordemos que, como imitadoras de Cristo, cada vez que nuestros nuevos(as) “hijos/hijas” detectan el fruto espiritual en nuestra vida, no nos verán a nosotras, sino el reflejo del Maestro que ofreció Su vida por Amor”. (Suegras para la Gloria de Dios, páginas 60-61).
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